domingo, 15 de febrero de 2009

El año de los tiros.

En Moguer, un grupo de cazadores, escopeta y munición en valija, cercaron un palomar.
Se oyeron tiros y los batidores cayeron muertos al suelo.
Las palomas, Placidas, volaron al mato florido, sobre la luminaria de una brisa tardía, con olor a sangre caliente.

Cuenta atrás.

Cinco, dos, cuatro, FUEGO!, tres, uno.

El aula.

Espero la llegada de la hembra.

Sopa de piedras.

Sacó de la misma olla a toda la familia. Mientras todos degustaban su plato, fui yo el único que me atreví a declarar:
-¡Esta sopa es de piedras!-
Entre un estrepitoso rechinar de dientes, me miraban todos como si yo fuese un loco.

Ventana de calle.

Era tan bella que su padre obstinado, la tenía encerrada en la habitación. No consentía que saliera a la calle, de cara al mundo exterior agresivo y cruel.
Un día cualquiera, de un año cualquiera; quedó embarazada por las rejas de la ventana de calle.

Confesión.

No sabía cómo manifestar aquel pecado inmundo. Se acercó al confesionario y reveló:
-Ave maría purísima.-
-Sin pecado concebido- contestó el sacerdote.
-Padre; He pecado, he mentido y he metido.-

La miseria.

Enloquecida de envidia, al ver cómo su amado adquiría una pizca de poder, se acercaba a las puertas del palacete y mendrugo de pan que tuviera, se los arrojaba con toda su furia.
Mientras, el amado la miraba impotente y desvalido.

Fantasmas.

Una humilde familia compró un piso muy económico, pues decían de él que existían fantasmas.
A penas pasaron unos meses, efectivamente, fueron conociendo a sus vecinos del bloque.